CONCIENCIA
Yo soy en tu recuerdo, el ave taciturna;
La lánguida paloma, que guardas en tu urna.
Yo soy la jaula de oro donde encierras tus canciones,
Y la balsa de barro donde salvas tus pasiones.
Yo soy el espejo que endereza tu camino,
Y soy el meandro que retuerce tu destino.
Yo soy la sonrisa del maestro al pupilo,
Y soy la marioneta que enarbolas en un hilo.
Yo soy aquellos símbolos que escandalizan tu era;
La hoz y el martillo, amor y paz, cruz y calavera.
Yo te inflo la cabeza, con varios patriotismos;
Y te dejo a la deriva, flotando en otros “ismos”
Yo soy el acento extranjero, al que tú extiendes la mano;
Y soy la vergüenza de ignorar, el dialecto de tu hermano,
Yo soy el diente de oro, en la risa de un soldado;
Y mi luz cruel en la noche, te tiene preocupado.
Yo soy el rosario al que en vano pide ayuda;
El llanto solitario de una madre viuda,
Yo soy el bastón que alivia a los cojos,
Y soy esa viga que no ves en tus ojos.
Yo soy el arpón que pesca bagres come-caca,
Y la carga de leña, sobre aquella yegua flaca.
Yo soy la espada de dos filos que diseca el bien y el mal,
Y la avispa destinada a escaparse del panal.
Yo soy a veces, tan dulce como el vino;
Y a veces me presento, amargo como el quino.
Yo soy ese dios con que mides tus dolores,
Y soy el mercader, que canjea tus errores.
Yo soy la virtud de otros, que usas como ungüento;
Y el sudor que exudas, cuando escuchas su lamento.
Yo soy el mercurio presente en tus temores,
Y la cripta donde entierras todos tus amores.
Yo hilvano canas y arrugas en tu insomnio;
Y tejo pesadillas en el paño de tu sueño.
Yo soy el que preside en tus más yermas regiones,
Y armo las reyertas que agobian religiones.
Yo clavo con estacas, los vampiros de película;
Y te visito cada año, sin falla en la canícula.
Yo soy el agua bendita que usas cuando imploras,
Y el negro demonio, que ríe cuando lloras.
Yo soy el incienso que crepita en los altares,
Y el juglar que recita, en la plaza, tus pesares.
Yo soy el sexo turbio que fluye como ríos,
Y sé donde guardas todos tus desvíos.
Yo permito el aborto de fetos, en casas y hospitales,
Y me doy luego el lujo, de llorar en funerales.
Yo soy siempre aquel, que premedita asesinatos;
Y vende a ciegas tus valores, en mercados baratos,
Yo soy el que guarda en gran estima,
La astilla que en el alma te lastima.
Y soy aquel que remienda con sarcasmo esa herida,
Y veo como en rostros prestados, tomas vida.
Yo recojo el veneno de las iras del vecino,
Y lo vierto en la noche, al tronco de su pino.
Yo soy en el juicio final, tu fiel testigo;
Y soy el verdugo filial, en tu castigo.
Yo soy el que prefieres dejar en la distancia,
Y soy el que te deja, helado con su ausencia.
Yo soy en tu recuerdo, el ave taciturna;
La lánguida paloma, que guardas en tu urna.
Yo soy la jaula de oro donde encierras tus canciones,
Y la balsa de barro donde salvas tus pasiones.
Yo soy el espejo que endereza tu camino,
Y soy el meandro que retuerce tu destino.
Yo soy la sonrisa del maestro al pupilo,
Y soy la marioneta que enarbolas en un hilo.
Yo soy aquellos símbolos que escandalizan tu era;
La hoz y el martillo, amor y paz, cruz y calavera.
Yo te inflo la cabeza, con varios patriotismos;
Y te dejo a la deriva, flotando en otros “ismos”
Yo soy el acento extranjero, al que tú extiendes la mano;
Y soy la vergüenza de ignorar, el dialecto de tu hermano,
Yo soy el diente de oro, en la risa de un soldado;
Y mi luz cruel en la noche, te tiene preocupado.
Yo soy el rosario al que en vano pide ayuda;
El llanto solitario de una madre viuda,
Yo soy el bastón que alivia a los cojos,
Y soy esa viga que no ves en tus ojos.
Yo soy el arpón que pesca bagres come-caca,
Y la carga de leña, sobre aquella yegua flaca.
Yo soy la espada de dos filos que diseca el bien y el mal,
Y la avispa destinada a escaparse del panal.
Yo soy a veces, tan dulce como el vino;
Y a veces me presento, amargo como el quino.
Yo soy ese dios con que mides tus dolores,
Y soy el mercader, que canjea tus errores.
Yo soy la virtud de otros, que usas como ungüento;
Y el sudor que exudas, cuando escuchas su lamento.
Yo soy el mercurio presente en tus temores,
Y la cripta donde entierras todos tus amores.
Yo hilvano canas y arrugas en tu insomnio;
Y tejo pesadillas en el paño de tu sueño.
Yo soy el que preside en tus más yermas regiones,
Y armo las reyertas que agobian religiones.
Yo clavo con estacas, los vampiros de película;
Y te visito cada año, sin falla en la canícula.
Yo soy el agua bendita que usas cuando imploras,
Y el negro demonio, que ríe cuando lloras.
Yo soy el incienso que crepita en los altares,
Y el juglar que recita, en la plaza, tus pesares.
Yo soy el sexo turbio que fluye como ríos,
Y sé donde guardas todos tus desvíos.
Yo permito el aborto de fetos, en casas y hospitales,
Y me doy luego el lujo, de llorar en funerales.
Yo soy siempre aquel, que premedita asesinatos;
Y vende a ciegas tus valores, en mercados baratos,
Yo soy el que guarda en gran estima,
La astilla que en el alma te lastima.
Y soy aquel que remienda con sarcasmo esa herida,
Y veo como en rostros prestados, tomas vida.
Yo recojo el veneno de las iras del vecino,
Y lo vierto en la noche, al tronco de su pino.
Yo soy en el juicio final, tu fiel testigo;
Y soy el verdugo filial, en tu castigo.
Yo soy el que prefieres dejar en la distancia,
Y soy el que te deja, helado con su ausencia.
Sé que precisas, los horrores de mi ciencia,
Yo soy, después de todo . . . Tu conciencia.
Yo soy, después de todo . . . Tu conciencia.
Tommy Duque,
Marzo-23-86
Salt Lake City.
Marzo-23-86
Salt Lake City.